
Los hijos imperfectos
de Luciana Jazmín Coronado
Nos depositan en un mundo recién parido sin explicación; solo se nos
entrega este mandato: Ahora abre la boca, / ya verás qué hacer con el
lenguaje. Todo es incierto y, sin embargo, una pequeña voz nos sugiere
echarnos a andar, sin más cuestionamientos. Aquí el dilema que
atravesará todo el libro: ¿Por qué el creador me arrojaría a este mundo,
desprovisto de memoria? Aquel Ojo que, al dármelo todo, / me ha dejado a
la intemperie. Así, estos versos de Luciana Jazmín Coronado se van
poblando de presagios y cada uno irá anunciando los siguientes: la
creación es perfecta, pero esconde un destino inexorable: llegará un fin
de los días. Mientras se moldean imágenes sutiles —y en apariencia,
inconexas— de la naturaleza, el ritmo va trabajando sobre el lector como
la hipnosis, hasta llevarlo a una atmósfera cargada de incógnitas
apocalípticas, en donde a través de cataclismos se entrevera una posible
redención: recuperar la belleza.
Se prepara una tierra virgen para quienes estén dispuestos a la renuncia.
Es que no hay lugar seguro en donde resguardarse de lo inevitable; lo
único a lo que asirse es al desarraigo. Entonces, ¿qué secreto subyace en
los seres vivientes que, llegada su hora, logran celebrar el fin de las cosas /
como un animal abierto a la lluvia? Al final de los últimos fulgores —como
diría Orozco—, estas voces que vienen de lo alto nos pronunciarán un
último rezo: invocar la pureza y aceptar la impermanencia. Solo resta
contemplar lo que se desvanece, igual que se contempla la belleza: como
un testigo de fe.
Nahili Jarkovsky
Género: poesía